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Día mundial del libro #7

El abuelo Igor de Carlos Splausky


Texto completo de la publicación realizada por la celebración del Día mundial del libro, publicado en las redes sociales de Enfoque Editorial Servicios Editoriales, Dragones de Papel Editorial y Escamas de dragón, correspondiente al capítulo "En vísperas del viaje" del libro El abuelo Igor, publicado por la editorial Dragones de Papel.


En medio de los preparativos, Igor tuvo varias visitas, como la de Teodoro Onisimchuk, el viejo starosta[1] del seló[2] Danichu[3], Posta Meyirich y las de otros visitantes de distintas formaciones de cosacos, hombres llegados de guarniciones lejanas, campesinos sabios con quienes solía establecer largas discusiones. Centeneros[4] de ojos malignos merodeaban desde entonces la casa, como olfateando algo desconocido.

Dice la leyenda que la serpiente que mató a Oleg se convirtió en una mujer despiadada cuya finalidad sería la de someter con su veneno a todo hombre de espíritu mayor, hasta degradarlo a su nivel... Hay seres que gozan con la maldad y se nutren de ella...

“Sin embargo, yo sostengo –decía Igor con voz pausada– que todo lo que hagas a los demás volverá sobre ti. Mira ahora mis despojos; derrotado por el tiempo, pero mi fortaleza sigue intacta. He combatido contra el hombre malvado casi toda mi vida. Ahora debo enfrentar a la naturaleza en su plano más perverso. Si las cosas quedaran así, no seríamos merecedores de la dignidad humana.

”Han sobrevivido los pueblos que supieron mantener su identidad, enfrentados a la adversidad, potenciados en espíritus luminosos”.

* * *

La cultura de Kiev fue elaborada durante siglos y en situaciones complejas fue entretejiendo los fundamentos de la identidad rusa con estilo propio. Su lingüística, su ideología, su literatura y su estética en general, como legado indiscutible en la cultura del pueblo eslavo, basamento destinado a perpetuarse en las generaciones venideras y a extenderse por el mundo como expresión útil y necesaria para el crecimiento material y espiritual del hombre relacionado con otras culturas, aunque se hayan ensañado innumerables veces con este pueblo de manera indescriptible, los más perversos de la especie. Perdurarán por siempre las enseñanzas de Cirilo, Metodio y Kotliarevsky. ¿Cómo dirá el Hombre, yo pasé por esta vida? ¿Cuál es el fundamento de su existencia?

Ucrania no puede negarse a sí misma, no puede negar su pasado como madre o padre de todas las rusias.

En cada ucranio duerme apaciblemente el alma majestuosa de Pavluja[5], que despertará inexorablemente cuando el tiempo lo determine. Tal vez en algún lugar, con el simple sonido de la vieja kobza[6], prenda nuevamente la fortaleza libertaria.

Los que provenimos de las tribus de los derevlanos[7] construimos esta identidad mucho antes que las instituciones del poder central, y digo esto a conciencia de que en los poderes institucionalizados se junta la basura humana para someter a los pueblos trabajadores, maniatados a la lucha por la supervivencia diaria; es la soga más corta que nos colocan los opresores, para que no salgamos de allí.

El mayor anhelo de los “señores” sería vernos en cuatro patas, mendigando, suplicando, sumisos, para sentirse así más altos, más seguros, haciendo bondades con nuestra mendicidad. Ellos son los creadores del hambre y de la miseria. Todo jerarca desea ver humillado al prójimo para sentirse más importante. Llevan excremento en sus almas. El poder crece con el sometimiento; actitud vil y despreciable en desmedro de la vida. Nos negamos a ser herederos de las humillaciones. Nadie nace para ser sometido. Sin embargo, entregamos a nuestros hijos para que sirvan a otros.

Los ricos dan limosnas para sentirse buenas personas, y los lacayos los convierten en santos.

“El pueblo trastornado con el incienso embrutecido”.[8]

Aún en las condiciones más adversas, el hombre debe cumplir con su palabra. La astucia y la mentira son instrumentos de la gente que no aprendió a vivir por sí misma y se vale de otros para su subsistencia. Esa malicia los lleva a tener poderes para someter a la gente más buena.

Se debe pegar al diablo porque el diablo es diablo y nada más.[9] No importa si después el centenero impone el rigor de la justicia popular o el de la justicia oficial”.

Igor solía extenderse en relatos y pensamientos fundamentados por el peso de la vida. Afirmaba que el corazón y el espíritu estuvieron antes que la sabiduría y la ciencia.

No se puede prescindir de los valores esenciales. Tenía la idea fija de que en algún lugar de la desolación del Taimir, la naturaleza había dado comienzo a los planes perversos para su destino. En algún lago, en alguna guarida, se gestaba ese mal. Un monstruo, un espíritu, un encantamiento demoníaco, o todas esas cosas juntas a las cuales debería hacer frente en tiempo y espacio.

Los poetas profundos tal vez se enfrentan todos los días con los fantasmas errabundos, acosados por las trasgresiones de sus atrevidas inspiraciones. Derrotados y victoriosos sucumben ante las adversidades como pordioseros de las epopeyas y como piras de sueños en el incendio amarillo del poniente, fragmentos de luz para el tiempo venidero.

El viejo starosta comenzó su relato con voz pastosa. Sostenía que si el mundo llegara a ser gobernado por los mercaderes, sería el fin de la humanidad. “Sí señor, esa gente no tiene alma. No solo los zares y los funcionarios son desalmados, sino también todos aquellos que estimulan ese poder y esa maldad. No vendrá la salvación desde el nido de las águilas. El decreto bondadoso de Horenheb no salvó al pueblo egipcio del sometimiento”.

Petró Soroka, viejo y delgado campesino de grandes manos, afirmaba que mientras el hombre mate animales inocentes para poder vivir, jamás tendrá paz en su alma. Sentenciaba este pensamiento con un acento casi profético en la rueda de las conversaciones. Aseguraba que Demócrito vio más cerca y más lejos que todos los filósofos juntos, desde el átomo hasta el infinito.

* * *

Los aldeanos que antes habían conocido a Igor, lo vieron pasar –en otros tiempos– montado sobre su caballo imponente y poderoso, enfrentando a los bandidos que saqueaban las aldeas. Su estatura parecía enorme en el recuerdo de los niños. Se volvía nostálgico, como encantado en sueños, cuando entonaba una triste canción de los haidamaki para volver de imprevisto a las melodías marciales de los zaporogos, buscando fortalecer nuevamente su espíritu estepario.

También lo vieron arrodillado, socorriendo las lágrimas de un pequeño o jugando en cuatro patas al “caballo viejo”, brincando en relinchos extraños –casi ridículos–, que despertaban la risa en los niños aldeanos, prendidos del motnia[10] descolorido para subirse sobre su espalda.

Odiaba profundamente tanto a los astutos de los negocios como a los atamanes malignos que gobernaban con el látigo. Uno de ellos sostenía: “Si encontramos otros seres vivientes en la desconocida estepa, les diremos que no tienen Dios ni alma. Así podremos someterlos a nuestro antojo e, incluso, podríamos matarlos y hasta comerlos; el libro negro religioso nos autoriza al señorío sobre los demás. Así lo hicieron en otras civilizaciones. Religiones que tratan como rebaño al pueblo. Algunos romanos eran antropófagos; los creadores de nuestras instituciones. A los eslavos nos cazaban como a los animales”.

* * *

Es triste el futuro de un pueblo en donde los hijos entregan a su padre a la justicia por un puñado de dinero. Los judas reproducidos por la maldad se han multiplicado.

Igor era un conocedor de la bondad y de la maldad del hombre. Así como conocía la leyenda de la Babayaga, también conocía el espíritu afable y protector de Kikimora[11], que evitaba los accidentes y la muerte de sus protegidos con un simple ademán de sus manos o un gesto severo de su mirada, siempre andaba cubierto de niebla, rumoroso de paz y misterio. Leyendas antiguas llenas de asombro y fantasía que ayudan a vivir.

Igor reconocía en Esculapio al sanador más grande de todos los tiempos; pero decía siempre que la referencia mayor para el cambio de la era debería recaer en Espartaco.

Cargamento lluvioso del alma que sube sobre el aire, sobre el viento y la memoria de la tumba de Askold, lumbre misteriosa mecida en mansedumbre de fuego encendido en la humareda del tiempo.





Si te gustó el capítulo y querés saber cómo continúa la historia comunicate con el autor para conseguir el libro El abuelo Igor.

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[1] Starosta: intendente. [2] Seló: barrio o zona. [3] Danichu: localidad de Rovno.

[4] Centenero: vigilante elegido en asamblea de vecinos. [5] Pavluja: autoproclamado hetman, encabezó un alzamiento contra la dominación polaca (1637). Fue decapitado en Varsovia. Su nombre completo era Pavló Pavliuk. [6] Kobza: instrumento musical de veinte cuerdas.[7] Derevlanos: una de las primeras tribus rusas. [8] Tarás Shevchenko. [9] Antiguo proverbio ruso. [10] Motnia: pantalón parecido a una bolsa.[11] Kikimora: espíritu benigno y protector, que se corporiza de vez en cuando y se alimenta con hierbas.


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